Chile tiene varias ciudades universitarias, casi todas la regiones que componen nuestro país poseen instituciones superiores. Pero en muchos otros casos hay que partir de nuestras casas para estudiar esa carrera que tanto queremos y no conformarnos con lo que las de nuestra ciudad o zona nos ofrece.
Dejar nuestras tierras y partir para estudiar, ¿es buena o mala idea? Claramente el tema tiene puntos en contra y otros a favor. Además, debemos pensar que la mayoría de los jóvenes se prepara mentalmente para partir, sabiendo que es una alternativa viable (saben desde pequeños que no existen oportunidades de educarse en la cercanía y deben cambiar su residencia a horas de sus hogares).
Considerando todos los factores que conlleva vivir solo, ya sea en un departamento, casa o pensión, siempre será una buena idea estudiar fuera de tu ciudad y cortar el cordón umbilical. Te damos algunas razones para pensar positivo sobre el tema:
Aprender a administrar la plata:
Cuando dejamos la casa de nuestros padres, comenzamos a valorar el dinero. Al comienzo será difícil, antes era tan fácil como pedir si te faltaba, pero en la mayoría de los casos te darán semana mensual o semanal y tendrás que hacerla rendir. Comenzarás a cranear tus panoramas con más moderación, ya que después de carretear mirar la billetera dolerá más.
Además, tendrás que pagar las cuentas solo. Si se te olvida, algún día te bañarás con agua helada (no es talla en invierno). Esto te servirá cuando seas profesional o incluso cuando ya tengas familia.
Lo anterior es en el caso de que tus viejos aún te mantengan, si eres más independiente trabajarás para costear tus gastos diarios y así, con mayor razón, administrarás tu plata de forma inteligente y sensata.
Tú ordenas o nadie lo hará:
Dejar un plato sucio no es nada, pero cuando se apilen en el lava platos, comenzarás a aprender el significado del orden. Ya nadie te recogerá los calzones/calzoncillos de la pieza, lavará la ropa o limpiará las sábanas, empezarás a crear tus rutinas de limpieza. Serás tu propia comisión de aseo y ornato.
El chef que siempre quisiste ser:
Al irte a vivir solo, tendrás la libertad de comer lo que te de ganas. Las picadas no faltarán, pero en un punto del año te agotarás de las papas fritas, completos o churrascos, y empezarás a ser el chef que siempre quisiste.
Aunque nadie te diga en la semana “debes comer legumbres”, extrañarás demasiado esas lentejas de tu vieja y aprenderás a hacerlas tú solito. Un punto a favor de irte de tu ciudad es sentirse orgulloso de lo que se aprende en la cocina. Ahora todas las recetas están en internet, es cosa de buscar en google y listo.
Convivir con extraños (sí, es un punto a favor):
Dejar tu ciudad suma más gastos a tu familia o a ti. Por lo que una buena solución es buscar pensión o casa/departamentos con otras personas, en ésta situación aprenderás a ser tolerable, ocasión en la que conocerás una parte ni imaginabas.
Existe gente sucia, agresiva, floja o miles de otras con la que te puedes cruzar, pero lo positivo de esa mala experiencia es que aprenderás a saber con qué tipo de gente te llevas mejor, también cómo lidiar con situaciones adversas y mucho más. Un poco de tolerancia siempre es bueno.
Libertad v/s Responsabilidades:
Nadie sabe si llegas cura’o o si llegas a las 7 de la mañana, ¿entrete no? Pero cuando las pruebas y exámenes llegan todo cambia, en ese preciso instante comenzarás a crear tus horarios y las responsabilidades le ganarán a la libertad.
Quizás antes tus viejos te decían que tenías que estudiar o alguien te recordaba lo que debías hacer, a la distancia nadie sabrá de eso y serás el único responsable. Un punto a favor a futuro, cuando le digas a tus hijos lo que deban hacer o no.
Extrañar, snif, extrañar:
Uno de los puntos más fuertes pero favorables. Cuando estés enfermo, extrañarás el cuidado. Cuando tengas pena, extrañarás un abrazo. Cuando tengas hambre, extrañarás la comida calentita. Un sinfín de situaciones que te harán valorar a los tuyos y, sin duda, afianzar los lazos que quizás nunca tomaste en cuenta porque estaban ahí al golpear una puerta.