En toda organización, es importante que el colaborador cuente con un “mentor”: Una persona en la que encuentra apoyo y que ha ganado su respeto. ¿Cómo? Haciéndole sentir valorado y generando lazos de confianza con él, al cumplir el rol de “guía”, a quien puede plantear sus dudas y del que ha aprendido a aceptar con seguridad los desafíos, optimizando su productividad.
Todo jefe aspira a ser un buen mentor para sus funcionarios. Es decir, “un consejero sabio” (definición de este vocablo), fuente de energía e inspiración. Pero, ¿qué se debe hacer para lograrlo?
Primero que todo, debemos entender que el mentor es una persona que invierte tiempo, conocimiento y experiencias en apoyar el desarrollo de las habilidades de otra. Se establece entre el “maestro” y el discípulo una relación en la cual la comprensión y empatía son palabras clave. Para esto, es fundamental que quien desempeñe este rol se preocupe de conocer al ser humano que tiene enfrente y abordarlo desde su condición de tal, no sólo como una herramienta cuya función principal sea incrementar las ganancias del negocio. Si el empleado percibe que es tratado digna y respetuosamente, su respuesta será la fidelización -tanto con el mentor como con la empresa -, cuestión que le estimulará a entregar lo mejor.
Teniendo en cuenta entonces el importante rol que ejerce el mentor y su influencia sobre el “discípulo”, es menester que sea una persona íntegra y cercana, dispuesta no sólo a transmitir sus conocimientos acerca de la entidad, sino también a escuchar y aprender de su subordinado. Él, como aporte valioso que representa para la organización, merece ser atendido y puede tener mucho que entregar a su mentor. Estar abierto a la posibilidad de nutrirse con sus experiencias e ideas - valorizando lo aprendido -, es una actitud que bien valdrá el respeto y la admiración de los subalternos. Esto, porque todo buen líder no se siente “todopoderoso”, al contrario; es consciente de que su “background” es perfectible y siempre puede ampliarse, lo que constituye un desafío que está dispuesto a enfrentar.
El mentor además, debe tener la capacidad de transmitir sus ideas y experiencias desde la empatía, con paciencia y claridad. Es menester que esté abierto a un diálogo constructivo con sus discípulos y tenga importantes habilidades comunicacionales, que le permitan interactuar con ellos de manera asertiva. Debe tener en cuenta que su rol es crucial no sólo en la creación de un clima laboral idóneo, sino en la optimización de la productividad a que lo anterior conlleva, logros de los que sólo los grandes líderes – y por ende, buenos mentores – pueden jactarse.
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