Entrar a la Universidad puede ser una de las experiencias más gratificantes de la vida, sobre todo al estar encaminado en algo que nos complementa como persona y estudiante. Sin embargo, a pesar del entusiasmo, de la dedicación, las horas sin dormir y el esfuerzo, puede que las probabilidades no estén a nuestro favor y que las calificaciones u otra razón cercana sean nuestro boleto de salida.
Esto en base a que muchas universidades deciden aumentar sus exigencias a medida que avanzan los años. Sir Ken Robinson, uno de los grandes expertos de la educación a nivel mundial está de acuerdo con ello, ya que la deflación del valor de los títulos universitarios es una amenaza con respecto a la sobredemanda de post-grados.
Sin ir más lejos, a muchos estudiantes de Ingeniería Comercial de la Universidad Adolfo Ibáñez, por ejemplo, les advierten al ingresar: 20% de ellos no se encontrará en la facultad el próximo año. También te advierten que el colegio se acabó, que los apoderados ya no cumplen un rol tan presente como lo hacían en la educación secundaria y que los estudiantes son ahora responsables directos de las consecuencias de sus actos.
No estamos diciendo que empezar con un prólogo con estos antecedentes vaya a disminuir tu responsabilidad a la hora de enfrentar a tus padres. Pero los hechos apuntan a que la educación superior ya no es algo que debe ser tomando tan a la ligera.
Por lo que, si te echaron, es muy importante iniciar realizando un Mea Culpa de cuáles fueron los actos que desencadenaron la expulsión. Muchos fines de semana de fiestas, muchas actividades extra programáticas, relaciones amorosas desastrosas o simplemente de que la carrera no coincidía con nuestras expectativas terrenales.
En gran parte de los casos, los padres son los financistas directos de la carrera y a la vez, son tus padres, por lo que les gustaría saber cómo pueden ayudarte, sobre todo al encontrarte en un proyecto que barato no es. Ser sincero y decir claramente las causas de la expulsión es la opción más acertada. El dicho reza que es más fácil atrapar a un mentiroso que a un ladrón.
“Puede que a las primeras semanas el ambiente sea tenso en la familia, o que las relaciones con tus amigos sean distintas y que el humor negro provoque ciertos roces”, comentan algunos afectados.
Tomar el ritmo y planificarte para avanzar en otra cosa, hacer otra cosa, es definitivamente la mejor opción para distender el ambiente familiar y no terminar convertido en una kafkiana cucaracha sin nada que hacer.
Después de todo, tal como reza una película, “Todo aquél que ha construido un imperio, ha estado en la situación en la que te encuentras, y por estar en esa situación, pudieron hacerlo”.