Todos hemos vivido la experiencia del primer trabajo. En mi caso “aprendí a cómo se deben hacer las cosas y a cómo NO se deben hacer”. Es decir, tuve situaciones buenas y malas que me abrieron los ojos a los futuros empleos que pude y puedo tener.
Mi primer empleo en la carrera que estudié, periodismo, fue en una oficina de creación de páginas web. Me quedé ahí por casi dos años y al principio éramos pocos empleados, pero a medida que se fueron vendiendo los proyectos, el trabajo diario creció, al igual que los compañeros.
Uno como es nuevo y no tiene experiencia soporta muchas cosas. Eso está bien pero hasta cierto punto. Por ejemplo: yo siempre me quedaba hasta más tarde porque me encantaba mi pega, pero nunca se me pagó un peso extra por esas horas trabajadas. Hoy nunca más trabajaría con esa pasión si no es retribuida a fin de mes.
La vida del periodista es bien sacrificada. Uno sabe que si no entras en una empresa donde valoren la calidad de tu trabajo, vas a ser reemplazado por un recién egresado que aceptará un sueldo paupérrimo, y quizás, por eso a veces uno aguanta.
En mi primer trabajo los dueños de la empresa siempre se preocupaban de producir y producir rápidamente sin detenerse a investigar qué está pasando en el resto del mundo con respecto a las páginas web o aplicaciones. Y por esto muchas veces éramos obligados a crear proyectos que podrían haber sido mucho mejores, y que por falta de tiempo, terminaban siendo cualquier cosa con un diseño terrible.
Y obviamente cuando estos proyectos mal diseñados y mal creados eran subidos a internet, estaban llenos de errores. Para peor, a mis trabajos diarios se le sumaban otra tarea más, pero mi cheque de fin de mes seguía con la misma cifra.
Muchas veces hablé con mi jefe directo de las cosas que yo pensaba que eran irregulares, y él siempre me encontraba la razón, pero cuando al gerente no le importa la calidad sino que la cantidad, ya no se puede hacer nada.
Después de aprender y pasar dos años en aquella empresa, siempre me destaqué por cumplir con todos los trabajos que me eran asignados y cuando me decidí a renunciar, pude llegar a un acuerdo monetario que me benefició.
Por eso, de mi primer empleo puedo rescatar que uno puede soportar tratos que van en contra de quién uno es hasta cierto punto, y uno debe quedarse en un puesto porque desea aprender, crecer y sentirse valorado, pero, si llegó el momento en que eso ya no ocurre y los jefes no intentan retribuir tu trabajo y no te escuchan, hay que buscar nuevos horizontes porque la paciencia y tiene un límite.
¿Qué puedes contarnos acerca de tu primer trabajo? ¿Tienes una historia similar?
(foto via Keith Davenport)