¿Cuántas veces has sido el último en enterarse que debes entregar un trabajo? Quizás miles, quizás nunca, pero de lo que estamos seguros es que el compañero que presta los trabajos, pasa a ser tu mejor carta bajo la manga. Atrás quedaron las citas delrincón del vago. En la Universidad, el copiar pegar de sitios en la red, quedaron para el colegio.
El parafrasear, es un gran método si lo que buscas salvar la nota. Plagiar al 100% un trabajo, no sólo pone en riesgo a quien te está salvando el pellejo, sino también tu capacidad de aprendizaje será casi nulo. Aunque suene vago, al momento de enfrentarte a un trabajo ajeno, debes buscar la forma de entender lo que estás leyendo,al igual que cuando haces un torpedo, debes saber lo mínimo para defenderte.
Aunque hay que ser sinceros: Pedir los trabajos constantemente, sólo puede representar que en primer lugar no estés conectado con los estudios y en segundo lugar que tus compañeros no crean la excusa número 10. Por otra parte, el tener la capacidad de ceder un trabajo a un compañero no es obligación, por más que te puedas ganar los sobrenombres y pelambres de quienes no han sido capaces de plasmar sus ideas.
Para Camilo Molina, estudiante de la Universidad de Santiago, recurrir a los compañeros es un mal hábito “hay que salvar los ramos como sea, siendo consciente que es el peor método de aprendizaje si quiero desarrollarme como íntegro profesional”. En su área de la construcción, muchas veces los profes no se dan cuenta de plagio alguno, quizás porque la mayoría de los trabajos, son puros resultados.
Jaime Cárdenas, por el contrario, opina que está cansado de que los mismos de siempre, le pidan sus trabajos. “Tomé la decisión de quedar como el pesado y mal amigo, que el fomentador de flojera”, además agrega, “si yo soy capaz de hacerlos, cualquiera puede”. Aunque señala que entiende las distintas realidades de sus compañeros “si tomaste la decisión de sacar un título, debes hacerte responsable”.
Otro de los métodos que “salvan” esos momentos de no saber qué hacer, es recurrir a los clásicos trabajos de generaciones pasadas. Quien te lo conceda no tiene nada que perder. Pero ojo! Tampoco hay que confiarse con que el profe no tiene alguna copia por ahí, así que al menos dedícate a cambiar la forma o el sentido de la gramática.