“Búscate un trabajo, estudia algo, la mitad del sueldo y doble labor. Si te quejas ahí está la puerta, no estas autorizada para dar opinión”, decía una noventera canción de Los Prisioneros. Si bien fue escrita hace más de veinte años, cabe preguntarse cuántas cosas han cambiado desde ese entonces.
En dos décadas se escogió una mujer presidenta, los hombres pueden acceder al postnatal y se ha avanzado en tantos otros asuntos legales. Sin embargo, los estudios internacionales siguen ubicando a Chile dentro de los países con mayor desigualdad de género.
Según un informe realizado por el Foro Económico Mundial, Chile se encuentra en el lugar 91º del mundo, de un total de 136 países, en cuanto a igualdad de género. El ranking consideró distintos aspectos como la participación, oportunidades económicas, salud, nivel de educación, empoderamiento político y supervivencia. Aunque en términos concretos nuestro país bajó cuatro puestos, el puntaje asociado señala que entre este año y el pasado, no han existido cambios significativos.
“No esperábamos cambio, no ha pasado nada en el país en cuanto a políticas que vayan en pro de la igualdad. Lo que se ve en la tabla es que los índices no han cambiado, en participación económica se produce un cambio de dos milésimas, para el World Economic Forum, no ha cambiado nada”, señaló al respecto Andrea Bentancor, directora de estudios de Comunidad Mujer.
No obstante, los estudios internacionales no hacen más que confirmar una situación que se puede vivenciar en el día a día. Desde la ausencia de mujeres en puestos de Rectoría en universidades del Consejo de Rectores (Cruch), hasta en situaciones cotidianas de la vida universitaria. Desde la poca representatividad en cargos políticos, hasta las mujeres que siguen soportando violencia doméstica en sus casas. En todas las escalas, se pueden apreciar altos niveles de machismo, aunque siempre dependerá del contexto socioeconómico, la región, la edad, etcétera.
El tema es complejo y la efectiva igualdad de las mujeres sigue siendo un asunto pendiente y urgente. Pero la complejidad del asunto no significa que no podamos hacer nada al respecto, y que debamos dejar todo en mano de organismos internacionales o del Servicio Nacional de la Mujer.Porque es el machismo cotidiano el que sigue alimentando a ese gran sistema que podemos llamar “patriarcado”. En cada relación familiar, de pareja, de amigos o vecinos, el machismo se puede colar sutilmente. Incluso en nuestro lenguaje: “las zorras”, “las madres” y “las monjas”, ocupados como adjetivos descalificativos, por ejemplo. Muchos lo considerarán un detalle, pero no está de más recordar que el lenguaje crea realidad.
La religión también es un tema donde muchas veces el machismo aparece sin querer. En la misma composición, Los Prisioneros cantaban “Porque Dios así lo quiso, porque Dios también es hombre”. Esto no quiere decir que ser religioso equivalga a ser machista, pero sí reconocer que las religiones históricamente han permitido que se subyugue a la mujer, gracias a retrógradas interpretaciones de libros sagrados.
Finalmente, tampoco se trata de hacer una torpe inversión y empezar a favorecer en todo a las mujeres, y denigrar a los hombres. Quien entienda así el feminismo haría que Elena Caffarena, Simone de Beauvoir y tantas otras, se revuelquen en su tumba.Avanzar en la igualdad de género también implica liberar a los hombres de ciertos pesados prejuicios: no lloran, tienen que ser fuertes, les tiene que gustar el fútbol y deben conquistar mujeres, como si de comercial de Axe se tratara. La verdadera igualdad llegará el día que nos despojemos de los estereotipos de género. Cuando entendamos que los hombres y mujeres no son de Marte y Venus, sino de un mismo planeta. Cuando hombres, mujeres (y otros géneros) sean libres de actuar como les plazca. Todos distintos, todos iguales.
¿Crees que Chile es un país machista?