La crisis de la educación ha quedado de manifiesto desde el año 2006 (revolución pingüina) hasta ahora. Gracias a estas manifestaciones sociales el tema de la educación pública, con demandas de gratuidad y de fin al lucro, son parte de la agenda de todos los candidatos y una idea que tiene absoluto respaldo popular.
Con el desprestigio del Crédito con Aval del Estado (CAE), los escándalos de la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) y de la Universidad del Mar (que permitió que más de 18 mil estudiantes quedaran en la calle), se ha hecho evidente una crisis que parece tocar fondo, y de la que solo queda realizar profundas transformaciones. El lucro y los abusos de la banca han quedado de manifiesto, y los estudiantes exigen cambios urgentes al respecto.
Los defensores del actual sistema de educación señalan que en los últimos años, el número de estudiantes que han accedido a la educación superior se ha incrementado considerablemente. Señalan que siete de cada diez estudiantes de las universidades son los primeros de sus familias en llegar a estudios superiores. Pero no mencionan los altísimos costos que deben asumir los estudiantes y sus familias, y el alto nivel de endeudamiento.
De hecho, si los que los estudiantes y sus familias pagan por educación estuviese estrechamente vinculado con el servicio entregado por las universidades, deberíamos tener los mejores académicos existentes, con las bibliotecas mejor equipadas y con infraestructura de primerísimo nivel. Pero sabemos que eso, en la gran mayoría de los casos no existe.
Respecto al caso de la infraestructura, las bibliotecas deben contar con una cantidad importante de ejemplares, y con una variedad que permita tener un catálogo rico en variedad de autores y de temáticas. En el caso de muchas universidades esta realidad se presenta deficientemente. Asimismo con el caso de laboratorios en ciencias, estudios de TV y de radio, en el caso de carreras vinculadas a las comunicaciones, entre otros casos.
La realidad indica que estamos frente a una crisis que tocó fondo, y que clama por cambios y por una fuerte intervención del Estado, en lo que se refiere a recursos y de una correcta gestión. Si bien, el mayor ingreso de estudiantes a la educación superior, el costo que eso implica, tal como está planteado actualmente, es demasiado alto, con el endeudamiento de los estudiantes y sus familias. Y lo que es peor, el alto costo de las carreras parece no verse reflejado en nuestras carreras.
Y tú, ¿qué opinas?