Con la llegada de los gobiernos post dictatoriales de la Concertación, uno de los mayores triunfos del que se han jactado los políticos y los partidos, y que se asocia como un elemento directo de la democracia, ha sido el poder votar. Pero, ¿sirve realmente esta acción para producir los cambios que queremos?
Luego que el 60% de la población se ausentara en las elecciones municipales pasadas, las críticas comenzaron a disparar hacia todos lados, culpando al sistema de inscripción automática y voto voluntario, a los jóvenes desinteresados en la política, a los flojos, a los rebeldes, y quizás a cuantos más. Pero nadie intentó buscar una respuesta coherente a tales resultados, ni menos hacer una autocrítica de lo sucedido.
¿No son suficientes las cientos de manifestaciones estudiantiles para demostrar que los jóvenes sí están interesados en la política y producir cambios? ¿O es que las marchas no son una expresión clara de participación y preocupación ciudadana?
El problema de la abstinencia a votar, no parece que radique en que la gente sea floja ni porque la gente sea tonta. Por el contrario, los movimientos sociales han sido capaces de anticiparse a los partidos políticos, al parlamento y al Gobierno para poner las necesidades de la gente en el debate nacional. Con las movilizaciones de los últimos años, la representatividad y el funcionamiento de las instituciones han quedado en duda.
Los partidos políticos y sus integrantes han perdido prestigio progresivamente durante los últimos años. No son pocos los casos donde se ha demostrado que mal manejo de fondos públicos (por ejemplo, caso MOP y Empresa de Ferrocarriles del Estado), e inclusive se realizan caricaturas donde se deja en evidencia las malas prácticas. De hecho en el programa ‘Contacto’ de Canal 13 se acaba de emitir un reportaje en profundidad con los conflictos intereses que algunos parlamentarios tienen a la hora de votar algún proyecto de ley. Esto no hace más que comprobar lo que es un secreto a voces y explica, en parte, el desinterés por ir a votar.
Por citar un ejemplo, ¿de qué le sirvió a Aysén ser la segunda región en entregar mayor respaldo a Sebastián Piñera con un 58,49% de los votos en su candidatura presidencial? ¿Se modificó en algo la calidad de vida de la gente votando por el “cambio”? No. Lo que no hizo la Concertación durante 20 años, tampoco lo hizo la Alianza. Lo que finalmente trajo soluciones a los habitantes de Aysén, no fueron sus votos, sino que el hecho de haberse movilizado, obligando al Gobierno a escuchar sus demandas.
Frente a esta situación de baja participación ciudadana, no faltan quienes se han jactado de haber previsto esta situación cundo se aprobó el voto voluntario, impulsando incluso la idea de cambiar a voto obligatorio. Resulta que no vasta que el 60% de la población no esté de acuerdo con como se están haciendo las cosas, sino que ahora quieren validarse políticamente obligando a la gente a votar, para poder decir que sí existe representatividad.
Eso sí es mirarse el ombligo. Lo que realmente hay que hacer es producir cambios importantes, no decir que lo van hacer, sino que hacerlos, por que las promesas ya no son una motivación para la gente. La confianza se perdió y la única forma de recuperarlo es entregando soluciones.
Ahora, ¿el voto realmente tiene importancia? Por el momento, sólo sirve como una fuente para medir qué tan descontenta está la gente. Saber cuánta gente votará por candidatos fuera de los grandes conglomerados políticos. Saber cuántos votos sumarán quienes se cansaron de lo mismo. Saber cuántos son capaces de perder el miedo a esa absurda idea de “perder el voto”, que obliga a la gente a votar por el menos malo.
Para finalizar, votando o no votando lo que no se puede olvidar es que mientras sigan los mismos de siempre gobernando, las cosas difícilmente van a cambiar. Los cambios sólo vendrán en medida que la misma gente exija sus derechos y en la medida que la gente se crea el cuento y entienda que si ellos gobiernan es porque nosotros los hemos dejado gobernar. El verdadero poder está y siempre estará en la gente. Sea quien sea que gobierne, los cambios se harán cuando nosotros los exijamos.
Y tú, ¿votas?
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