Según un estudio realizado en 2012 por el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), uno de cada tres universitarios, trabaja y estudia. Cuando el conflicto de la educación está más latente que nunca, este resultado da cuenta de una difícil realidad que miles de jóvenes deben enfrentar con todos los costos que ello implica.
Según el Injuv, el 32 % de los jóvenes encuestados trabaja y estudia, un alza importante ya que en el anterior estudio de 2009, el resultado arrojó que el 26,75 de los estudiantes estaba inmerso en el mundo laboral.
Esto trae como consecuencia una serie de dificultades porque se trata de asumir responsabilidades altamente importantes y necesarias. En estos casos, normalmente no se puede dejar de rendir en un aspecto para beneficiar al otro.
Generalmente, el costo de tiempo y de calidad de vida es notable. Los estudiantes-trabajadores suelen tener nulo o escaso tiempo para la familia, los amigos y la recreación.
La vida de ellos suele ser muy ajetreada y el estrés, producto de la alta responsabilidad y la excesiva competitividad, pueden generar mal humor, trastornos en el sueño y problemas familiares con los padres, hermanos, o con tu pololo o polola.
En este contexto para nada alentador, los movimientos sociales y estudiantiles que abogan por reformas profundas al sistema educacional (incluyendo la gratuidad) también apuntan a mejorar la calidad de vida de los estudiantes y sus familias. Ellos tendrían la seguridad de que el joven que entre a estudiar podrá dedicar el tiempo exclusivamente a estudiar, y no tendrá que pensar en como costear los estudios.
No obstante lo anterior, muchos estudiantes se ven obligados a trabajar por otras necesidades aún más urgentes. Solventar gastos de arriendo, comida, abrigo y otro tipo de necesidades que van más allá de los estudios
Por su parte, en las regiones el panorama es más desalentador. En Tarapacá, los estudiantes que trabajan representan el 44 % del total. En Antofagasta la cifra alcanza el 42 %, y en la Región Metropolitana el 36 %.
La idea es que los estudiantes no se vean obligados a trabajar para cubrir gastos que el sistema de educación y el Estado deberían asumir. Si esa realidad se pudiese generalizar, se estaría fomentando una mejor calidad de vida, con más tiempo para la recreación, para las amistades, la familia, para el cultivo de la mente y del cuerpo. En definitiva, para ser un poco más felices.
¿Cuál es tu caso?
Un tercio de los estudiantes universitarios se ve obligado a trabajar.
Publicado
por
Felipe Araya