¿Dinero y felicidad son compatibles para ti?

¿El huevo o la gallina? Así de rara y antigua es esta pregunta sobre la felicidad, al menos para mí. Como Periodista, representante esta vez de varias profesiones humanistas a las que les cuesta ganar plata, la respuesta es bien visceral y depende del momento. Hay días en que el dinero pasa a segundo plano, pero otros es la llave mágica que soluciona la vida.

Sea como sea, la felicidad –creo yo- depende de cada uno, de un esfuerzo cotidiano más que de un sueldo. Pero de algo hay que vivir. En esta línea, algunos estudios aseguran que las personas necesitan cierta “suficiencia” o “punto de equilibrio hedonista”, que no tiene relación con el conformismo, sino que con el mantenimiento de las necesidades básicas. Así de simple. [email protected] sería el que se complica según estudiosos en esta abstracta materia.

Talleres internacionales le han dado vueltas al asunto. Uno memorable que marcó pauta fue el realizado hace algunos años en el Foro Económico Mundial de Davos. Allí se evaluaron qué componentes son parte de la receta de la felicidad.

Sus conclusiones: el dinero tiende a hacernos más felices, siempre y cuando nos comparemos con un “otro”; las sociedades occidentales más ricas tienen altos niveles de depresión y envidia; una condición para ser feliz es no “matarse trabajando” (aunque se deje de ganar dinero); y la gente se acostumbra rápidamente a su riqueza, por lo que tener un montón de plata –en los bolsillos, en el banco o bajo el colchón- no la va a hacer feliz, pues no sentirá sorpresa ante nuevos recursos.

Finalmente, insisto en que la respuesta tiene doble cara. Si no, no podría existir un Instituto de la Felicidad que me llama la atención por sus evidentes segundas intenciones, no sé si buenas o malas: “Los españoles tenemos el orgullo de ser los europeos más felices. Así, el primer Instituto de la Felicidad del mundo, iniciativa de Coca-Cola para la investigación y difusión de conocimientos sobre la felicidad, se ha creado en nuestro país”.

El dinero puede ser una herramienta útil, pero ¿puede comprar experiencias y emociones?