Cuando se entra al mundo laboral, la búsqueda de un empleo puede llegar a ser una tarea ingrata, ya que no son pocas las carreras que no logran satisfacer la alta demanda de empleo que requieren. Sin embargo ¿qué pasa cuando voluntariamente los profesionales no quieren trabajar en lo que estudiaron?
“Todos somos genios. Pero si juzgamos a un pez por su capacidad para trepar un árbol, pasará toda su vida creyendo que es un estúpido”, decía Albert Einstein en una memorable cita que nos hace preguntarnos en algún momento de la vida sobre nuestras vocaciones y talentos.
Según un estudio de Trabajando.com, existen carreras como periodismo, donde sólo un 51,1% de sus egresados trabaja en una actividad relacionada con esta profesión. Está el caso de Diseño con un 41,29% y Arquitectura con un 29%. Más dramáticos son los casos de carreras como Relaciones Públicas, donde la cifra alcanza el 10,79%, y Veterinaria, donde un 10,45% de sus profesionales trabaja en esta área.
Estas cifras esconden dos realidades. Por un lado, aquellos profesionales que definitivamente no logran encontrar empleo en lo que estudiaron y terminan ejerciendo otros oficios porque, como dice el refrán: la necesidad tiene cara de hereje. Pero están aquellos que voluntariamente emprenden otros rumbos y, es más, son felices haciéndolo, ya sea porque les da mayores ingresos, porque odian lo que estudiaron, o porque tras cinco o seis años de búsqueda, por fin encontraron su vocación.
Patricio Lastra es un joven periodista que, a un año de su titulación, y ante las escasas ofertas de trabajo (sumado a su desdén frente a la profesión), optó por buscar empleo en otros rubros. ‘La verdad es que el mercado está lleno de periodistas, y las ofertas se hacen pocas’. Actualmente trabaja en una empresa subcontratista de reparaciones de cañerías de gas, y aclara que gana prácticamente lo mismo que si trabajara en lo que estudió. Y, además, le gusta.
El origen de estos desaciertos suele estar en que cuando se eligió la carrera se tenía poca experiencia de la vida y prácticamente ninguna del mundo laboral. Y por cierto, muchas veces en esa elección quizá pesaron excesivamente motivos ajenos sobre las propias condiciones personales: se adoptó una carrera “heredada”, porque el abuelo, el tío y el papá son abogados, médicos o ingenieros, por ejemplo; o nos atrapó una carrera de moda, sin advertir que las modas pasan, y en el rubro “carreras” ese paso es vertiginoso.
Por otra parte, existen casos de universidades o instituciones de educación superior que ofrecen carreras con escasas o nulas posibilidades de ejercer.
Un caso emblemático fue el de la UTEM, que el año 2002 abrió la carrera de de Criminalística, descubriéndose, con los primeros egresados, que no tendrían campo laboral para ejercer. Cerca de 2.200 ex estudiantes demandaron a la Casa de Estudios por publicidad engañosa.
Uno de los factores que explica este fenómeno es la falta de planificación que existe a la hora de crear carreras en las diferentes universidades del país. No hay una planificación con proyección en el tiempo que permita establecer parámetros para la formación de profesionales, con el fin de no saturar el mercado laboral.
Además, existe una desviación en las cifras por estudiantes que acceden a carreras que ofrecen altos salarios, pero pocas satisfacciones personales. Es en estos desenlaces cuando los planes de orientación vocacional previos resultan importantes para ayudar a resolver esas dudas naturales que todo joven presenta. Después de todo, los errores se pueden cometer, pero puedes enmendar el rumbo en la dirección que te haga más feliz.
¿Estás satisfecho con tu profesión o te gustaría realizar otras cosas?