Está claro que ser coach, tener un coach o asistir a una sesión de coaching es una tendencia mundial, tanto en personas comunes y corrientes que quieren “mejorar aspectos de sus vidas”, como a nivel empresarial, donde este tipo de jornadas es parte de la estrategia de comunicación interna.
Si bien “Coaching” es un término que hasta hace unos años casi no se conocía, hoy la historia es diferente. Pasando de no existir a tener profesionales que se autodenominan coach dentro de los más variados sectores. No obstante, la popularidad, como siempre quizás, va acompañada de cierta polémica y es inevitable preguntarse: ¿Qué es un coach?, ¿qué hacen realmente?, ¿Son más una moda que una necesidad o al revés?.
Un coach no es consultor y tampoco un psicólogo, pero sí debe tener algo de ambos. Como dice Javier Carril, coach profesional y autor de los libros “Zen Coaching” y “Desestrésate“, “el coach te acompaña para que descubras por ti mismo lo que tienes que hacer”, ayudando a sacar el potencial de las personas y potenciando sus talentos. Pudiendo abordar temas que van desde tener más autoconocimiento y mejor gestión de las emociones o aprender a controlar la ira, hasta superar casos de timidez extrema.
De esta manera, algunas de las principales virtudes que debe tener este tipo de profesionales es ser bueno escuchando, tener un alto nivel de empatía, capacidad de comunicación y, sobre todo, capacidad de generar confianza.
Uno de los pioneros en la práctica del coaching, John Whitmore, en su libro Coaching for Performance, plantea una lista de beneficios que este tipo de técnicas puede generar en una organización. La clave, asegura, es tomárselo en serio:
- Mejora del desempeño y la productividad.
- Mejora del aprendizaje.
- Mejora de las relaciones.
- Mejora de la calidad de vida en el trabajo.
- Más creatividad.
- Mejor uso de habilidades y recursos.
- Respuestas más rápidas y efectivas a situaciones de emergencia.
- Mayor flexibilidad y adaptabilidad al cambio.