El primer año de universidad es un desafío para muchos jóvenes, es la consumación de sueños y esperanzas, es, en cierta forma, una opción para intentar cambiar la vida; Quizás la mayoría sale de la casa de los padres, se cambian de ciudad, lo cual ya brinda inseguridad en sí, otros chicos se preguntan si serán capaces de adaptarse o de sobrellevar la carga de trabajo.
Estudios señalan que el 50% de los estudiantes con promedio rojo son de primer año; mientras que, según el Consejo Nacional de Educación, uno de cada cinco universitarios deserta a los 12 meses.
Es muy desagradable, además de poco alentador, perder un año de tu vida, un año de esfuerzo, noches de estudio, ilusiones y esperanzas. Estudié un año de kinesiología, más que nada por presión social y/o familiar, me incliné por kinesiología porque no vería sangre, deshechos, no lidiaría con turnos o urgencias, en resumen, cosas con las cuales batallan enfermeras, obstetras y médicos, por ejemplo. Me gustaba el área de salud, sabía sería demandante y exigente, la universidad donde acudía tiene renombre entre las estatales, además de encontrarse en top cinco.
Estudié ramos que no me gustaron para nada, con laboratorios, para mí, asquerosos, toqué personas muertas. El primer semestre se fue y yo tercamente, ya que había tenido buen rendimiento académico, quise seguir con lo mismo. Continué lidiando con el pesadumbre y frustración que conlleva estar en lugar en el cual no te sientes cómodo, lejos de tu familia y amigos, fuera del entorno “natural”, más y peor aún, con todas las ilusiones y fe, de mis padres, puestas en mí. Sentía que mi día se iba en un abrir y cerrar de ojos, debía despertar para asistir a primera hora a clases, salía de la Universidad a las 7 de la tarde y estudiaba hasta las 3 am, ¿qué vida es esa? Al menos eso sentía y siento aún. Personalmente no tengo vocación de ser esclava de los libros y en este caso de una carrera, hay gente que sí lo disfruta, yo no lo estaba haciendo.
Llegó fin de año y rendí la PSU nuevamente, sin decirles a mis papás siquiera que me había inscrito, así pasé a formar parte de esta estadística que deserta al primer año. Sinceramente, no lo recomiendo pues perdí tiempo, ganas, mucho dinero, entusiasmo, etc. Así me cambié a una carrera completamente distinta, a la cual ingresaba porque siempre había querido estudiarla, tenía habilidades (cosa muy importante, ya que no quiero nadie quiera ir a “sufrir” a la Universidad) y, finalmente, sería feliz, ya que me proyectaba y veía trabajando toda mi vida en ella.
La nombrada previamente es una de las razones por las cuales los chicos desertan, elegir la carrera equivocada, otras son demasiada fiesta; no sentirse cómodo en el lugar o con el entorno; falta de preparación académica previa, Coste económico o comenzar a trabajar; y, finalmente, los problemas familiares.
María José Anais, jefa de centro de apoyo al Rendimiento Académico y de exploración vocacional de la PUC, señala que “Lo que más inquieta a los novatos, es constatar que la universidad tiene exigencias distintas y velocidades distintas, las cuales requieren estar más atento pues ya no basta el talento académico, sino que se hace fundamental la planificación y desarrollo de nuevas habilidades y estrategias de estudio”.
Según los sabidos, es importante que en los primeros meses se creen las redes sociales para así conformar grupos de estudio posteriores. También es primordial organizar el tiempo, estudiar aunque no haya prueba, familiarizarse con el contenido. Es común sentir que no se tiene tiempo suficiente para vivir como se debería o quisiera, no hay tiempo para dormir, para comer nutritivamente, para compartir con los amigos y, peor aún, no hay tiempo para rendir como se quisiera en todos los ramos.
Estudiando diariamente, lo cual es el ideal, se observan con mayor claridad necesidades y estrategias que se deben utilizar para enfrentar adecuadamente las exigencias de la universidad. En la medida en que lo anterior es conocido, es más fácil poder diseñar estrategias de horarios, ayudas o técnicas de estudio que los alumnos pueden construir específicamente para cada asignatura. Sabiendo esto, es perfectamente posible que se estudie de forma muy distinta dos asignaturas, señala María José Anaís.
Carolina Vaccaro, coordinadora de Admisión de la U. Andrés Bello, añade que los jóvenes, en general, creen que en la universidad tienen que estudiar más y por eso no les alcanza el tiempo. “Pero hay que buscar más calidad y concentración que cantidad de horas. Y eso se desarrolla con voluntad y madurez. Cada estudiante va descubriendo si le resulta mejor estudiar en grupo o solo, de noche o de día. Pero independiente de eso, lo importante es que sea a conciencia. No puedo sentarme a estudiar pensando en Facebook o en los amigos”, aclara la especialista.
Claves para no fallar:
• Equilibrar la vida social con las responsabilidades académicas. • Tratar de no faltar a clases, aunque se tenga una prueba en el bloque siguiente. • Alimentarse bien, hacer deportes para liberar energía y mantener rutinas de sueño saludables. • Planificar el tiempo de estudio para cada ramo en un calendario. • Estudiar diariamente y sólo repasar antes de una prueba. • No sólo leer, sino que experimentar con otras técnicas como: resúmenes, mapas conceptuales, ejercicios, etc. • Detectar cuál es el mejor horario para estudiar y concentrarse en ese período. • Buscar bibliografía complementaria para cada ramo. • Tener un buen grupo de estudio y de trabajo. • No darse por rendido ni “botar” el ramo, antes de buscar todas las estrategias. • Pedir ayuda a las entidades especializadas de cada universidad si es necesario.
¿Serás capaz de sobrevivir al primer año de universidad?