En los últimos años son varias son las revoluciones estudiantiles que hemos experimentado como país; ya sea la famosa revolución pingüina 2006 o la más reciente, vivida durante los años el 2011-2012. Ambos movimientos tenían en común la misma demanda: una Educación de calidad.
Son varios los cambios que deberían existir para que nuestra educación mejorase, cambio constitucional, equidad e igualdad, mayor acceso, mayores oportunidades, además de un mejor rendimiento docente, y, ¿Qué es lo que pensaría posiblemente cualquier persona natural frente a este último cuestionamiento? Debemos exigirles más a los profesores, poner varas más altas para el ingreso a las universidades, crear más formas de evaluación, motivarlos económicamente, pero, ¿la motivación desde la formación y no como producto será una solución efectiva?
El gobierno actual, con el Sr. Joaquín Lavín como rostro visible, modificó una beca ya existente para los estudiantes interesados, antes era “Beca meritoria de pedagogía” y cubría $1.150.000, ahora es la “Beca vocación de profesor” (BVP) que brinda matrícula, arancel, y si alcanzas los 700 puntos, puedes obtener una mensualidad de $80.000, con sobre 720 puntos optas a un semestre en el extranjero, además del dinero desde marzo a diciembre. Casi un paquete completo de esos que anuncian en los infomerciales de televisión por cable, “¡Llamen ya!”, todo esto a cambio de tener, como mínimo, 600 puntos promediados entre Lenguaje y Matemáticas y que se tenga como primera opción alguna pedagogía. ¿Cambia eso de alguna forma el escenario de los estudiantes de pedagogía? Si con esto se corre el riesgo que entren personas que no quieren ser profesores, que no saben lo que significa, no conocen lo que demanda ser profesor, que no están al tanto de la realidad, no están conscientes que los profesores son de los pocos profesionales que se llevan trabajo día a día, que el sueldo que reciben por querer formar una sociedad mejor es muy inferior al que reciben otros profesionales que han estado la misma cantidad de años en la universidad, como las enfermeras o algunos ingenieros.
Así, obtenemos como posibles resultado tres cosas; una, profesores que no habían sentido el llamado de su real vocación, que realmente son felices siendo pedagogos y que se enamoraron de la educación dentro de las aulas; dos, profesores frustrados, que estudian pedagogía ya sea por falta de recursos o porque la oferta era tan tentadora que no quisieron ignorarla; y, como tercera opción tenemos a esas personas que no terminan la carrera y que, finalmente, son un costo para el estado y para todos quienes pagan impuestos. Mientras tanto, desde la vereda de en frente, hay chicos que se frustran por no estudiar lo que realmente desean o por “malgastar” años de su vida de los cuales obtienen un poco de educación formal y muchos conocidos; se producen docentes que odian lo que hacen; y, finalmente, hay alumnos que detestan ir al colegio y que obtienen malos resultados debido a estos mismos profesores.
¿No sería mejor motivar económicamente a los profesores que ya están ejerciendo o en última instancia igualar sueldos de forma positiva?, ya que existen diferencias abismantes entre salarios de profesores por la misma cantidad de horas, en las mismas ciudades o similares condiciones de trabajo. Modificar el estatuto docente o crear leyes de apoyo a un mejor ambiente en el ejercicio de la profesión, serían, tal vez, excelentes motivadores. Sin considerar los incentivos por logro, ya que tampoco es justo que todos salgan beneficiados, sí éstos no se desempeñan con el mismo ahínco o dedicación. Mejores beneficios para mejores desempeños.
Según los países de la OCDE, A mayor inversión, mejor educación. En países como Canadá, Hong Kong o Finlandia, los sueldos que reciben los profesores son los más altos entre los profesionales, sin mencionar que los mejores puntajes en las pruebas de admisión son los que estudian pedagogía.
Finalmente, habría que evaluar si realmente estos cambios gubernamentales apuntan a una educación de calidad, si la inversión económica está bien orientada, si van a optimizar la profesión docente dignificándola en la sociedad, y, si se van a formar niños felices que el día de mañana mejoren nuestra sociedad.
Frente a esto, ¿La BVP apunta a mejorar nuestra educación?