Hoy se vivió una nueva convocatoria de estudiantes para marchar contra el lucro y para una educación gratuita y de calidad, con resultados espantosos. Tres micros del Transantiago quemadas, guanacos, zorrillos, calles cortadas y medios de comunicación junto a redes sociales rebalsando de opiniones.
Más que claro está que el movimiento está vivo, pero cojeando. ¿Por qué? Porque es imposible que las autoridades y los ciudadanos avalen la libre expresión cuando perjudica a terceros y termina en violencia. Independiente de las opiniones que aseguran que la quema de micros fue un montaje, no me cabe duda que los gestores de los actos vandálicos lo que menos tienen es sentido de pertenencia y de sociedad y es producto de sus acciones que el fin del movimiento estudiantil se mezcla con ideas de desmanes y descontrol.
El despliego policial de hoy fue convocado porque se asumieron desórdenes, y así fue. Pero el alza en ellos va en directa relación con la no autorización de la marcha y seguirá de esta manera hasta que las manifestaciones no se convoquen precisando la necesidad de personas comprometidas y no de lumpen buscando destruir la ciudad para jactarse en facebook con una foto (que tiene un photoshop mal hecho) diciendo que están en “contra el sistema”, y cuando las autoridades logren confiar en que la mayoría no busca la violencia, sino una respuesta.
Ya va más de un año de movilizaciones, tres ministros de educación y no hay claridad, eso es lo que está cansando al colectivo y los mandos a cargo, a un país. Claro está que sin lucha no hay victoria, y es un orgullo ver que los jóvenes se las están jugando por sus ideales, y me incluyo; pero cuando la lucha tiene estos resultados hay que replantearse la manera de pelear.