Los horarios, el transporte, el estrés y la contaminación colmaron la paciencia de Francisco Vega. Sin tener nada visto laboralmente, dejó su trabajo en un matadero de la capital, tomó sus maletas y se fue a la suerte, destino: San Pedro de Atacama.
Si bien cuando chico vivió en Chuquicamata, por lo que San Pedro no le era tan extraño, si era muy distinto al ritmo que hace años tenía al vivir en Santiago. La tarea no fue fácil, especialmente la de convencer a sus papás de que no se iba sólo para pasarlo bien y carretear, sino que iba a armar una vida en el norte como veterinario.
Llegó con 33 años y sin grandes dificultades encontró un trabajo en un hostal, luego en una consultora con una clínica veterinaria. Estuvo ahí dos años y luego empezó a trabajar en el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) de la II región como encargado de las importaciones. Si bien las condiciones no son las mejores ya que el contrato resulta más que esquivo cree que la decisión fue más que atinada.
“He ganado la tranquilidad del lugar y la calidad de vida, pero a la vez he perdido otras cosas porque el costo de vida es alto, la oferta en cuanto a comida y vestuario es muy restringida y el acceso a eventos culturales y espectáculos itinerantes como café concerts y conciertos es nulo”, asegura Pancho. Asimismo destaca que a nivel de salario sí vale la pena el traslado a una zona extrema.
Diferencias en regiones
Y es que como Pancho hay varios. Según la Encuesta Nacional Bicentenario Universidad Católica - Adimark 2006 – 2010, el 29% de los encuestados preferiría vivir en pleno campo, otro 29% preferiría hacerlo en una ciudad de tamaño medio, 25% en una gran ciudad y 16% en un pueblo, tal como lo quiso Pancho.
Y es que al proyectar su vida en Santiago se imagina que tendría un “trabajo estresante, mala calidad de vida, con contaminación de todo tipo”. Esto pese a que según la encuesta Chile: Proyecciones y Estimaciones de Población. 1990-2020, “la Región Metropolitana es aquella región que tanto en los hombres como en las mujeres presenta las probabilidades de emigrar más bajas del país”.
Pero parece que en la práctica son justamente los capitalinos los que más buscan irse del ruido y ritmo de Santiago. Celso Oyarzo también dejará la capital para irse a trabajar a Punta Arenas, aunque esto signifique alejarse de su familia. “Sé que perderé la cercanía con la familia y algunas cosas que por la centralización son escasas o de menor calidad como la salud, educación, comercio, etc., pero espero ganar un trabajo estable, una vida más tranquila y desarrollo profesional”, destaca agregando que en Santiago el tiempo se hace muy corto, entre las ideas y venidas al trabajo sumado a la cada día mayor competencia para encontrar un trabajo.
Y tú ¿dejarías todo para irte a una región más relajada que no corre todo el día como Santiago?
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Rossana Ch