Así como entre los adolescentes y niños existe el bullying, entre los adultos también se da este tipo de abusos que consiste en el sistemático hostigamiento a una persona en su trabajo, ocasionado por el propio jefe o los compañeros.
Este fue el caso de Carolina, quién a sus 27 años llegó a trabajar a un banco en Santiago. Si bien siempre fue muy tímida y callada, al entrar al mundo laboral pensó que finalmente dejaría atrás las burlas de los otros alumnos del liceo que durante años debió soportar. Sin embargo, la realidad siguió siendo la misma. Pese a no existir violencia física como algunas veces las hubo por parte de sus compañeras de liceo, las constantes bromas de sus colegas hicieron que cayera en una depresión.
“Se me hacía muy difícil ir a trabajar, era una tortura cuando llegaba la hora de almuerzo y debía salir con mis compañeros. A veces me aislaban o sólo me consideraban para hacerme chistes pesados” asegura Carolina. Junto con ello agrega que lo que más le costó fue asumir que si bien algunos de sus compañeros de trabajo no tenían intención de hacerla llorar, inevitablemente lo hacían, aprovechándose que ella que no tenía la personalidad para levantar la voz, siendo siempre el blanco fácil para molestar.
Pese a su angustia prefirió guardar silencio frente a sus jefes, quienes a pesar de notar situaciones inusuales, por ejemplo verla aislada o llorando en el baño, no se involucraron más en la situación.
Para la psicóloga laboral, Fernanda Erazo, este fue el primer error de Carolina, pues como experta indica que “la persona maltratada debería acudir de inmediato ante su jefatura, con el fin de poner fin a la situación de maltrato, mientras que los superiores deben tomar las medidas necesarias para que éste sea erradicado. La solución no es cambiar al sujeto del área de trabajo, sino que hacerse cargo del abuso y tomar las medidas para eliminarla de la empresa”.
Los primeros síntomas que la alentaron a tratarse con un especialista fue sentir angustia, constante tristeza y ansiedad. El sicólogo la ayudó mucho a trabajar en su autoestima y fortaleza. Sin embargo, Carolina ante la intensidad de las burlas prefirió poner toda su energía en buscar un nuevo trabajo, el que consiguió hace cuatro meses lo que la mantiene más tranquila, mientras trabaja para superar su depresión.
Sin embargo, Fernanda advierte que el tema del mobbing no depende de la gravedad de la broma, sino más bien como ésta sea tomada por la persona a quien le hacen la broma, asumiendo que si esta situación se da en forma reiterada puede afectar sus funciones laborales, generar un daño a nivel emocional y en la autoestima de la persona afectada. Lo que fue el caso de Carolina.
A actualizar la normativa
Según la Dirección del Trabajo, “nuestra legislación laboral no contempla normativa que defina y/o regule el mobbing laboral u hostigamiento laboral. No obstante (…) se puede definir el mobbing laboral como un acoso en el lugar de trabajo en el que una persona o grupo de personas se comportan abusivamente, ya sea con palabras, gestos o de otro modo, atentando contra otra persona, con la consiguiente degradación del clima laboral”.
Como forma de solucionar la situación, la entidad aconseja acudir a la dirección de la empresa para poner fin a este tipo de prácticas, considerando que es la salida más conveniente para la empresa, evitando así un costo mayor como el generado por la extensión de licencias o baja en la productividad del empleado afectado.
En segunda instancia recomienda denunciar el hecho a la Inspección del Trabajo respectiva, ya que pese a la inexistencia de normativa, dichas conductas se pueden relacionar “con la violencia sicológica (amenazas, injurias) o con la seguridad y salud en el trabajo (obligación del empleador de tomar todas las medidas necesarias para proteger eficazmente la vida y salud de los trabajadores), o bien ser contrarias a los principios de respeto a la intimidad y a la dignidad de la persona”. De no considerar ninguna de las dos alternativas anteriores, se puede pactar una salida entre empleado y empleador.
Es de suma gravedad que no exista una legislación clara al respecto, sobre todo considerando que en nuestro país, al menos en cuanto a auto percepción, la mayor parte de los trabajadores no sienten que se les respeta en su lugar de trabajo.
Según encuestas del año 2002, efectuadas por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (Barómetro Cerc) el 69% de las personas consideraba que los jefes no eran respetuosos en su trato, mientras que otra investigación del mismo organismo en 2005 develó que sólo un 49% de las personas creían que los empleadores entregaba un trato digno a los empleados. En tanto, la segunda Encuesta Nacional de Calidad de Vida y Salud del Ministerio de Salud del 2006, reveló que 9,4% de los hombres y 7,6% de las mujeres habían sido afectados por situaciones de maltrato laboral (físico, sicológico o acoso sexual). Sin embargo, la buena noticia es que existe un proyecto de ley que se encuentra en su segundo trámite constitucional en el Senado y que finalmente define el concepto de acoso moral. Lo desalentador es que al no poseer urgencia, el proyecto duerme en el Senado desde 2003. Según el texto final, el proyecto busca “establecer la figura del acoso moral entre las formas atentatorias contra la dignidad humana, y sancionar -laboral y penalmente- las conductas calificadas como tal, sea que se produzcan respecto de trabajadores pertenecientes al sector privado o de quienes se desempeñen en el sector público”.
Sin duda, teniendo una legislación clara sería más fácil detectar y sancionar el mobbing, ya que una de las principales dificultades es poder determinar en qué casos se están dando situaciones abusivas, más allá de la percepción de la víctima.
Y tú, ¿has tenido malas experiencias en trabajos a causa del maltrato de tus jefes o compañeros?
Mobbing: una tortura en el lugar de trabajo
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por
Rossana Ch