Aunque se ha planteado muchas veces que el 7 de octubre es la fecha en la cual se cerrará el primer semestre si o si en las casas de estudio, esto no significa que todos los estudiantes hayan vuelto a clases y hayan dejado las manifestaciones, es más, las peticiones siguen tan latentes como en el comienzo.
Muchas de las universidades que se encuentran en paro poseen 2 semanas para cerrar los semestres, sino, sus estudiantes y profesores perderán becas, créditos y su manera de sustentarse. Esto es sustentable bajo una pregunta: ¿Por qué pagaría por un servicio que no estoy recibiendo? Al menos esa fue la opción de muchos estudiantes, ignorando las mensualidades de los tiempos en toma (lo cual es juicioso), sin embargo, acarreando un aumento aún más considerable de la ya estratosférica deuda que poseen las casas de estudio tradicionales. Lo que acarrea no sólo modificaciones en los presupuestos, sino la gestación de una falta de sustento en uno de los factores más importantes: sus pedagogos.
Las crecientes marchas han demostrado que seguimos consiguiendo la misma masividad de siempre, donde tanto padres, hijos, abuelos, profesores y la sociedad completa nos apoya. Pero si no consideramos el cambio de forma gradual, perderemos mucho más de lo que podemos conseguir. El ceder en las demandas tenemos más que claro que no es una opción, sin embargo, mermarlas y retrasarlas un poco harán que no perdamos las becas que, a muchos nos permiten poder sentarnos en un pupitre para buscar un mejor futuro.
Estando exactamente a 10 días del finiquito de la mayor forma de protesta estudiantil vista en años en el mundo, podemos ver sus repercusiones. Tal es el caso de los secundarios que si no se encuentran en clases para esta fecha repiten el semestre “sin derecho a pataleo” (al menos así lo anuncia el ministro Bulnes en la entrevista de la Tercera). Y, además, esto repercute en nosotros, los universitarios. Donde el cierre de semestre deja de ser algo lejano y se nos viene encima, donde debemos concebir y gestar todo un conocimiento que no aprendimos para avanzar al próximo semestre (que, al parecer, terminará en enero).
Dentro de esto, cabe destacar que, como estudiantes poseemos libre albedrio de lo que haremos, el acusar de una pérdida de futuro y de la destrucción económica de una familia o la pérdida de becas por no ingresar a clases se podría tomar como una falacia, sin embargo, y tomando las mismas palabras utilizadas por el ministro de educación Felipe Bulnes en la entrevista realizada por el diario La Tercera: “Una vez que los estudiantes entendieron que estaba en serio riesgo el año, empezó la presión de muchos jóvenes y de sus padres para que se encontrara una salida. Eso nos llevó a ampliar el plazo. Sin embargo, quiero ser muy enfático en señalar que no habrá un "perdonazo" que les permita a todos pasar de curso. Algo parecido está sucediendo con los universitarios y el plazo del 7 de octubre. El gobierno no tendrá debilidad ni temor en señalar y aplicar estos plazos. Si los estudiantes han actuado con madurez al plantear sus demandas, creo que también tienen que enfrentar en forma madura las consecuencias de sus actos.”
La pregunta es, en el hipotético caso de perder el año, ¿Cómo una casa de estudio dará abasto a los estudiantes de primer año? Porque deberán incluir a los que “se repiten el plato” por el tema de las protestas. Por ejemplo, quien hipotéticamente fue mechón este año, lo volverá a ser el próximo, junto con la generación 2012. Incluir 2 generaciones en una misma sala ¿no involucraría un retroceso en el sistema educativo?
Camila Vallejo y Giorgio Jackson se han mostrado dispuestos a volver a clases, sin embargo, con la posibilidad de mantener las manifestaciones y poder “hacerlas cuadrar” junto a los estudios. Con lo cual se podría gestar una especie de salvavidas al sistema en el que sustentamos nuestro sistema educativo. Sin embargo, no todos los dirigentes de la Confech plantean que la vuelta a clases podría ayudar a las demandas, inclusive, están mentalizados a perder el año. Porque sería la forma de demostrar al gobierno que no quieren volver a lo mismo, demostrando que las convicciones de una educación de calidad son más fuertes que cualquier “pretensión estatal” que busque debilitarlos.
¿Podrán convivir las movilizaciones estudiantiles junto con el cierre de un año universitario?
¡Esperamos tus respuestas!