Si tuviéramos un “palabrometro”, capaz de medir las palabras más utilizadas en los medios, reuniones familiares, discusiones de compañeros de trabajos o con tus amigos cercanos, sin duda, el término “lucro” llevaría la delantera de los últimos meses. Tanto la Confech como el presidente, Sebastián Piñera, la han utilizado y el debate educacional no ha dejado de girar en torno a ésta.
Sin embargo, son pocas las oportunidades en que se ha tratado el tema con ejemplos claros y comprobables. Teniendo en cuenta las diferencias contextuales, económicas y sociales, queríamos presentarte el sistema funcional de una de las universidades más importantes del mundo: Harvard.* Ésta es una fundación privada sin fines de lucro, cuyos ingresos provienen sólo en un 20% de la matrícula que pagan sus alumnos. Su financiamiento se sostiene, principalmente, a través de moderados aportes fiscales, además de donaciones de sus redes de egresados y de grandes empresas.
En pregrado, por ejemplo, en torno al 60% de sus alumnos están becados por la propia universidad, pero en postgrado, en cambio, casi todos pagan. Y costos bastante altos.
Según el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Andrés Benítez, quien ha estudiado de cerca el modelo de dicha universidad, “la gratuidad en pregrado es un excelente estímulo para que los egresados se conviertan en donantes, una vez que están en la etapa más productiva de su vida profesional”.
Agrega que “como la educación escolar también es gratuita, los mejores profesionales estadounidenses desarrollan un sentido de gratitud hacia las instituciones donde se formaron, lo que los impulsa a donar parte de sus recursos para mantener la excelencia de esas entidades.”
De esta forma, en EE.UU, la mayoría de las mejores universidades forman fondos patrimoniales denominados “endowments” en donde cualquier modalidad de inversión es utilizado para financiar el desarrollo de éstas. En Harvard, este paquete de donaciones es de US$ 27 mil millones y sus rectores son evaluados estrictamente por el rendimiento y la administración de este dinero.
Este sistema de financimiento ha permitido que de las veinte mejores universidades del mundo, 17 sean estadounidenses, según el Ranking de la Universidad de Shanghai, que es el más prestigioso del mundo. Las únicas que compiten en este selecto grupo son las universidades de Cambridge y de Oxford (Reino Unido) y la Universidad de Tokyo.
Así como lo ha querido implantar Sebastián Piñera en nuestro país , en EE.UU también existen las casas de estudio con fines de lucro. Éstas transan sus acciones en bolsa, pagan impuestos, reparten utilidades, sin embargo, ninguna figura entre las mejores.
Pero, ¿por qué las universidades con fines de lucro no tienen buenos resultados? Harald Beyer, investigador del Centro de Estudios Públicos , explica que una entidad educativa de excelencia supone altos niveles de inversión en investigación y desarrollo, y éstas actividades no son prioridad para las que lucran.
"Ello no se financia con los aranceles sino que requiere aportes públicos y donaciones. Las instituciones estatales y sin fines de lucro capturan gran parte de estas inversiones porque tienen una mayor trayectoria e historia, una elevada selectividad de alumnos y, junto con ello, los investigadores tienen potencialmente menos conflictos entre diversos objetivos", dice.
El ejemplo está planteado, y ahora quedan las reflexiones pertinentes. ¿Qué piensan ustedes? ¿Deberán existir las universidades con fines de lucro?