La labor del jefe es lograr que sus colaboradores hagan lo que él dice o lo que cree que está correcto, y es precisamente aquí donde radica una de las mayores dificultades. Para dirigir, el jefe debe aceptar dejar de hacer para que hagan los demás; abandonar una competencia técnica en general precisa por otra que aparece más borrosa o etérea: la de dirigir a personas.
Se estima que el 80 % de los problemas técnicos son problemas humanos. Y se supone que los jefes deben evitar y resolver los problemas, así que podemos lógicamente preguntarnos qué clase de jefes necesitan las organizaciones: técnicos o entrenadores.
Es una labor compleja, ya que, todo el mundo tiene sus ideas personales sobre como mandar y saber dirigir. Pasa en la dirección de personas como en el fútbol, todo el mundo se siente entrenador nacional y está dispuesto a criticar al titular, pero a los jugadores es más fácil reconocerles el talento.
Siendo estos jefes técnicos y racionales, comprenden que las capacidades técnicas se pueden medir, y por tanto reconocer, mientras que la calidad del liderazgo resulta más apreciativa y por tanto más criticada. Así que, consciente o inconscientemente, se escudan en lo tangible (su capacidad técnica) cuando su verdadera misión se desarrolla en lo intangible (entrenar a personas para que rindan lo mejor posible).
Por lo que cuando un jefe basa su autoridad en sus capacidades técnicas personales, es porque siente que su liderazgo carece de legitimidad. Al no dominar el arte de entrenador, por lo menos quiere ser el mejor jugador.
Pero en el mismo momento que recurre a su tecnicidad personal para conseguir una ascendencia sobre sus colaboradores, les está dando el mensaje de que ellos no son lo suficientemente competentes en sus funciones y tareas.
El jefe-técnico
Suele dirigir un grupo poco numeroso, en el que considera a todos como si fuesen otros brazos y manos de su propio cuerpo. Piensa y pide ejecución en los mismos términos que sus propias ideas. El grupo se aparenta a un pequeño comando militar en el que todos obedecen sacrificadamente al sargento. Este tipo de grupo puede conseguir resultados insuperables en misiones puntuales, pero al coste de tensiones afectivas personales y de fuertes limitaciones creativas. Cuando el número de colaboradores aumenta, las interrelaciones personales producen fenómenos sociales que el jefe-técnico no es capaz de entender ni llevar. Es cuando aparece y se multiplica la ineficacia.
El jefe-coach
Es un animador de equipo, que plantea las estratégicas y procura que el equipo desarrolle las mejores tácticas para alcanzar los objetivos. Su función es la de un facilitador para que todos puedan rendir lo mejor de ellos mismos, tanto cara a las metas como a la satisfacción socio-afectiva personal.
Si los resultados de un jefe-técnico son a corto plazo, y a corto plazo se ven y se miden, los del jefe-coach son a largo plazo y solo a largo plazo se pueden valorar.
Por eso el jefe-coach necesita una virtud que falta al jefe-técnico: la seguridad en sí mismo que nos proporciona la fuerza psíquica de confiar en el futuro.
¿Por cuál te inclinas tú?
Acá unos consejos con un tono de humor.
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Nota inspirada en las reflexiones del Dr. Michel Henric-Coll
El jefe ¿especialista en técnica o en personas?
Publicado
por
Pancho Cuevas