La crisis generalizada del sistema educativo nacional ha conllevado a distintos problemas al gobierno actual, especialmente al ministro de educación Joaquín Lavín, donde se pide su destitución, sin embargo, al pelear por esto, se pierde el “macro” de lo que buscamos. Un cambio en la educación.
Año 2006, se presenta una gran hecatombe de pingüinos, por primera vez en democracia, donde sus cartas de lucha eran una educación de calidad, la eliminación de la Ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza y el acceso a la educación superior para todos. El primer ministro en enfrentar esto, fue Martín Zilic, quien se vio sobrepasado por los estudiantes y las tomas y duró 4 meses en su cargo. Donde Michelle Bachelet exigió su renuncia justamente al comienzo de las vacaciones de invierno.
El movimiento estudiantil se debilita y el gobierno de la concertación opta por una profesora, por primera vez en 16 años en el gobierno. Yasna Provoste, quien busca regular y optar por medidas nuevas que logren frenar todo lo que ha ocurrido. Se entregó gratuitamente la PSU, la presidente Bachelet afirmó en cadena nacional que el pase sería 24/7 y todos los días del año y además, se afirmó que cambiarían la LOCE por la Ley General de la Educación.
El movimiento estudiantil estaba “dialogando” con una comisión creada para buscar una mejora en el sistema, que, mientras todos esperábamos que modificaran el sistema internamente, no consiguieron nada con ella. Personajes como la chica Música, Max (el mismo que terminó en un reality) y muchos jóvenes más que se volvieron rostros de esta revolución Pingüina.
Pasando 2 años, los estudiantes y políticos se dieron cuenta que habían errores en las subvenciones y antes de que las protestas volvieran a tomar el peso del 2006, decidieron “sacrificar” a Yasna Provoste, donde el congreso la acusó de negligente y la expulsaron del ministerio de educación. Dándole paso a Mónica Jiménez de la Jara, otra pedagoga. Quien pasó sin penas ni gloria. Inclusive, por lo único que se recuerda es porque María Música Sepúlveda le arrojó un jarrón con agua. Ya del movimiento estudiantil no se recuerda más que el idealismo que pedíamos todos.
La revolución pingüina duró el mismo tiempo que se demoraban en expulsar a un ministro de educación de sus labores. Donde todos esos resultados de educación gratuita, pase gratuito y lo que más necesitamos, que es calidad docente y estudiantil se destruían cada vez que modificábamos el opositor a nuestras demandas. Ya ha pasado 2 veces y vamos por una tercera con la salida de Joaquín Lavín.
El actual ministro de educación es la figura más potente de la derecha sin considerar al presidente actual. 2 veces candidato presidencial. El primer político que logró llegar a una segunda vuelta en la historia nacional. Además de seguir siendo una carta presidencial para la Unión Demócrata Independiente. No digo que lo haya hecho bien, pero es la única carta en el gobierno capaz de hacer frente a nuestras demandas y lograr consensuar un arreglo que nos beneficie a todos.
Antes de analizar el por qué se exige su salida, lo mejor es buscar quienes pueden ser las futuras cartas de la derecha para que ocupen su cargo. Analizando desde el punto de vista que la mayoría de los rectores universitarios no asumirían una cartera tan complicada y que debe ser un personero de la UDI. Existirían 2 opciones viables. Pablo Longueira y Juan José Ugarte.
Pablo Longueira, uno de los principales críticos de Lavín en su partido y, quien ha ido a las marchas estudiantiles (como se mostró en el semanario The Clinic hace 2 semanas). Busca su oportunidad gubernamental desde hace mucho y sería una carta probable para el cargo. Sin embargo, no tiene manejo de la educación, es un ingeniero civil y más que afirmar que encuentra que esto es malo, no podría jugar un papel fundamental como el que se necesita en este momento. Tiene el peso político, pero no las capacidades para ejercer la cartera más complicada de los últimos tiempos.
Juan José Ugarte Gurruchaga, actual jefe de la educación superior, arquitecto y vice-rector en su momento de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es una persona capacitada en temas de educación, sin embargo, no tendría el peso político necesario para propulsar una reforma educativa en el congreso y, en el caso de que siguieran las manifestaciones, duraría mucho menos que Zilic en los tiempos de la concertación.
Ahora ahondando en el ministro actual nuevamente. Lo que se le critica es que lucró con la educación, su postura religiosa (OPUS DEI), que afirma la no existencia de la movilidad social y que no da ni dará una respuesta viable para cualquiera de las exigencias por estar relacionado con la Universidad del Desarrollo. Todos estos factores son las principales complicaciones y donde apuntas las críticas por parte de la CONFECH y los estudiantes. Sabemos que todos estos factores son malos e inclusive, los suficientes para pedirle que dimita de su cargo. Pero, ¿Eso hará que las movilizaciones pierdan fuerza?
Ya, como detallé anteriormente, la salida de Silic y Provoste consiguieron rescatar al gobierno de Michelle Bachelet y frenar los movimientos estudiantiles, porque pasan de ser a favor de la mejora educacional y se tornan simplemente en contra del estado. El entrar en el juego de la política provocará un quiebre, en donde será más importante erradicar la figura de Lavín que exigir una disminución en el interés del crédito con aval del estado.
Nosotros, como estudiantes, debemos pasar de la derecha y la izquierda y volvernos solamente un frente. Eliminar el problema macro y no concentrarnos en las bajezas como “el ministro vale callampa”.
“Hay que acostumbrarse a que los estudiantes se manifiesten. Mientras muchos están en la calle, los proyectos importante se discutirán en el congreso”. Afirma Lavín en su reportaje en la tercera del día sábado. Ese es otro punto que debemos tener en claro, actualmente todo debe pasar por el congreso,quienes tienen la facultad de retrasar proyectos de ley por más de 20 años sin problemas. Pero, viéndolo desde un punto objetivo: ¿El ministro actual no será el más indicado a presentar los cambios a los parlamentarios? Porque, si lo consideran, el partido de la UDI es el con mayor cantidad de parlamentarios en el congreso y, si ha sido tantas veces su carta presidencial, deberían escucharlo a él.
En conclusión, Joaquín Lavín sea o no sea un mal ministro, es el jugador que necesitamos para impulsar los cambios que queremos, aparte, el sacarlo a él o a cualquier otro, podría debilitar las movilizaciones y eso es lo que ninguno de nosotros queremos. Porque, a diferencia de las revoluciones anteriores, esta si tiene el peso necesario para producir algo que todos esperamos. Una educación de calidad.
¿La educación cambiaría de plano con la salida del ministro?
¿Quién sería el ministro ideal para mejorar la educación nacional?
¡Esperamos tus respuestas!
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Foto: UPI