"Progreso" es una palabra muy usada en la actualidad, que revoluciona todo a su haber, ya que la mayoría de las políticas, reformas y medidas se hacen utilizándolo como excusa. Pero, ¿Cuál es el precio que tiene que pagar la ciudadanía al momento de que una nación quiere encumbrarse dentro de lo que llamamos modernidad?
Eso es lo que piensan los vecinos de Mardoqueo Fernández de la comuna de Providencia donde tendrán que sufrir según ellos la embestidura de la tropa de transantiago pasando por su hoy apacible calle, debido a la llegada de la Universidad San Sebastián al lugar donde ahora se encuentra el emblemático Santiago College.
El proyecto que está en carpeta desde el 2003 y recién se aprobó el pasado 2010, tendrá una capacidad de dar enseñanza a casi 3000 alumnos en poco menos de 23.000 M2 y un plan de mitigación en el sector para la congestión que provocará el establecimiento en el lugar.
Por su parte, los vecinos piensan que esto es un trato a puertas cerradas entre la universidad y Cristián Labbé. Los residentes del barrio San Ramón creen que el plan de mitigación afectará sus vidas directamente por el ensanchamiento de la calles lo que significará perdida de áreas verdes y de vida familiar, ha lo que se le suma la vida universitaria que tendrá la zona, lo que podría resultar en un caso parecido al de barrio república.
Así como la USS, son varias las universidades que no paran de expandirse, y Chile es uno de los países que más crecimiento tiene dentro de la zona latinoamericana. Se estima que de un total de 550 millones de dólares, al menos, un 80% del total de inversión hecho por parte de las instituciones universitarias se diriga a lo que es infraestructura nueva y reparación de estructuras dañadas por los sismos que se sostuvieron a lo largo del 2010.
Las cifras no mienten y sus números verdes lo certifican. La inversión en la educación por parte de privados y gobiernos ha crecido tanto como el porcentaje de ingresos a la educación superior. Aparentemente, las universidades se están tomando en serio esta vocación por tener más alumnos, por ejemplo, sólo en infraestructura, este año la Universidad Finis Terrae gastará US$8 millones de dólares, por su lado la Universidad del Desarrollo gastará cerca de US$17 millones, la Universidad Andrés Bello cerca de US$47 millones, la Universidad Adolfo Ibáñez cerca de US$50 millones y la Universidad de Chile gastará al menos US$100 millones.
Los estudiantes tienen visiones distintas sobre el tema. Evelyn Flores, estudiante de la universidad Santo Tomás piensa que su institución debería expandirse, ya que hoy los espacios verdes de la universidad son inexistentes, “estaría de acuerdo con que se expandiera a un barrio residencial, ya que así contaríamos con lugares de recreación, quizás para los residentes podría ser molesto pero al fin y al cabo se terminarían acostumbrando al hecho de que estemos ahí” comentó.
Por otro lado, Javiera Tapia estudiante de Diseño Gráfico del DUOC, piensa que la palabra progreso es una simple fachada para un oscuro proyecto “Si de verdad quisieran progreso harían un mejor proyecto”, a lo que agrega “Una de las cosas que más me gusta de mi universidad es que no está en un barrio residencial ni universitario, si llegara a expandirse mi preferencia sería los lugares periféricos, sin distracciones”.
No es novedad que las grandes cabezas económicas del país hayan migrado gran parte de su capital hacia la educación -la otra a las comunicaciones- con la excusa de incrementar un progreso imaginario al país, con una sombría realidad de ganar aún más dinero, pero quién los puede culpar, si gracias a ellos cada vez más personas tienen la posibilidad de ser un profesional.
¿Vale la pena cambiar los barrios por el bien de un progreso, en este caso, educativo?
Universidades en vías del desarrollo
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