Que lamentable es tomar el control remoto y pasearse por la poco nutrida parrilla programática de la televisión abierta. Desgraciadamente, el que no tiene para contratar un servicio de cable, no baraja opciones de entretenimiento con un mínimo porcentaje de contenido. O por lo menos, que satisfagan las necesidades de nosotros; jóvenes universitarios que buscan algo más que los llantos de Arenita y el engaño marital de la semana.
Si bien es cierto, hay programas dirigidos a todos los públicos, como niños (bastante fácil: un par de dibujos animados, que no merecen más elaboración), pre-adolescentes (El diario de Eva, Yingo, Calle 7), dueña de casa (Veredicto, Caso cerrado y la gran gama de teleseries venezolanas y mexicanas); no existen opciones dirigidas a universitarios y profesionales, personas con un nivel intelectual un poco más elevado.
El Consejo Nacional de Televisión de nuestro país declara, dentro de sus normativas, “la importancia de la televisión, como un medio masivo, para el incremento y desarrollo de la cultura y el conocimiento, así como para la valoración del patrimonio y la identidad nacional y universal (…) Las concesionarias de radiodifusión televisiva de libre recepción, estarán obligados a transmitir programas culturales, en horario de "alta audiencia", al menos una hora cada semana”
Sin embargo, todos sabemos que esta regla no se cumple a cabalidad, o por lo menos, no en la totalidad de los canales de la televisión abierta.
No es necesario ser un experto en comunicaciones para darse cuenta de que la televisión chilena se encuentra actualmente subestimando la capacidad crítica de los jóvenes. Ejemplos de esto son programas como Yingo o Calle 7, que hacen parecer a los adolescentes como seres con el más mínimo coeficiente intelectual, tratando (por horas completas) temáticas que se sustentan en “conflictos” de integrantes del mismo equipo, como si las disputas que se viven en el set fueran reales problemáticas que los jóvenes debiesen internalizar en su cerebro.
Por si no fuera poco, los conductores de estos programas suelen identificarse como “fieles representantes de la juventud chilena”, lo que, definitivamente, no es así. Es sólo cuestión de ver la forma en que muchos de los escolares se agrupan para protestar por causas que les parecen justas, como educación o ecología y podemos darnos cuenta que los intereses de una gran mayoría apuntan a reales problemáticas de nuestro país que, sin duda, debiesen discutirse en estos espacios, pero que son completamente obviados.
El error se encuentra en que las empresas televisivas han confundido la entretención con la banalidad y la cultura con el aburrimiento. Con más de 50 años de experiencia, que lleva la televisión en nuestro país, parece ilógico pensar que a esta altura no se haya llegado a un resultado mejor. Más que un crecimiento, lo que las trasmisiones han sostenido en su historia, es una completa involución.
Remontándonos a los inicios de la televisión, el primer decreto que la regía apelaba a “ ser un puente cultural entre las universidades y el público”, lo que en nuestros tiempos parece casi una ironía. Si en un principio la misión de dicho medio era nivelar intelectualmente hacia arriba, hoy su resultado se relaciona con lo inverso.
Lo que a la televisión chilena le hace falta son programas juveniles de conversación, en donde se traten temáticas verdaderamente importantes para la sociedad, que no necesariamente deben ser “lateros”, ya que la entretención sí puede ir de la mano con contenidos culturales. Es esta la única forma de lograr una nivelación intelectual de la juventud y que nuestro futuro no se vea empañado por conventilleos y peleas que de nada sirven a nuestro crecimiento nacional.
Ustedes qué opinan al respecto ¿Qué programas te gustaría que existieran en la televisión chilena?