La etapa universitaria: periodo de nuestra existencia, donde nuestra mente se llena de nuevos conocimientos. Desarrollo en el que nos nutrimos de conceptos y materias que aún no hemos explorado. Leemos, estudiamos, opinamos y criticamos. Queremos aprender y saber más acerca de escritores, filósofos, artistas y otros. Pero el acceso a la cultura, no está libre de impuestos. Y a pesar de rodearnos de algunos beneficios, aún no nos falta desarrollo en el tema cultural. Tanto así, que Chile es uno de los países con el IVA más alto a la hora de querer adquirir un libro.
Quinto año de universidad. El más esperado, personalmente hablando. Junto con el fin de la carrera, uno de mis ramos favoritos; Literatura. Comienza la primera clase y nuestra profesora de ese momento, habla acerca de los escritores chilenos. El nombre de uno de ellos, suena constantemente; Roberto Bolaño. En mi opinión, una de las figuras litararias más importantes de los últimos tiempos. Es más, bastó con la primera clase, para que mi interés se centrara por completo en este escritor.
Ese mismo día, nos entregaron una lista con los libros que debíamos leer durante el semestre. “2666” y “Los Detectives Salvajes”, fueron los dos nombres que llamaron primeramente mi antención. Luego de haber escuchado maravillas acerca de sus obras (de Bolaño), salí en busca de una feria de libros usados. La respuesta fue inmediata: “Esas creaciones puedes encontrarlas en San Diego. Ahí son más económicas”. Entonces, partí. Pero al momento de buscar en los diferentes puestos del lugar, mi motivación comenzó a debilitarse. Si bien, encontré lo que buscaba, el costo de obtenerlos, no alcanzaba para el bolsillo de una universitaria. Al final, terminé de leer sus obras, descargándolas por Internet; una pésima opción.
Uno de los planes del Ministerio de Cultura, es el de Fomento de la Lectura. En él, se describe a la lectura y la escritura, como “dos conceptos inevitablemente unidos, que han estado siempre presentes en nuestra cultura, como forma de expresión de nuestro saber popular, moldeando tanto nuestra visión del mundo como la imagen que proyectamos al exterior” (www.mcu.es). Si bien, parece una muy buena iniciativa y, hasta se lee “bonito”, el acceso a ello pareciera casi imposible.
Comprar un libro, significa hacer un gasto que casi no baja de los 10 mil pesos. Más aún, las nuevas publicaciones superan, incluso, los 20 mil. Aunque juntemos plata para adquirir la obra que queremos, el precio sigue siendo un descaro. Más aún, si pensamos que en otros países, ni siquiera existe el IVA (Impuesto al Valor Agregado). En Colombia, Uruguay, Irlanda, Hungría, Argentina, Perú, Rusia, México, Gran Bretaña y Brasil, pueden adquirirse sin ningún problema y están al alcance de todos. Claro que, si no nos alcanza el dinero para comprarlos en Chile, tampoco la idea es partir al extranjero a buscarlos. A no ser que se encarguen por Internet; otra opción un poco más rentable.
No es poco común, ir caminando por las calles céntricas de la capital y encontrarnos con vendedores ambulantes que nos ofrecen a un precio muy conveniente, la última obra de uno de nuestros autores favoritos. Si bien, esta actividad es ilegal, puede que sea la única forma conveniente para leer con tranquilidad el libro que queremos. Aún así, lamentablemente el formato siempre está dañado; o tiene algunas letras borradas o, incluso, hojas en blanco. Por todo lo anterior, no sería malo que las autoridades finalmente hicieran un análisis en el tema. Queremos más cultura, pero nos vemos limitados al momento de acceder a ella.