En mi primera pega, me sorprendió cuán fácil las personas confiaban sus problemas personales a compañeros de oficina. Yo venía con una imagen súper distinta (en mi imaginación universitaria) de que cuando uno entraba a trabajar por las mañanas, activabas automáticamente un switch en tu cerebro que te impedía hablar de cosas demasiado personales, o de compartir de más. Bueno, a los meses de ser el pajarito nuevo, me di cuenta de que no podía estar más equivocada. Al final, son las personas con las cuales uno pasa la mayor parte del tiempo y conversar está en nuestra naturaleza humana.
Con el tiempo me he dado cuenta de que en general la gente confía en mí. Debe ser porque soy buena para escuchar (aunque me encanta hablar a mí también) y al parecer, doy consejos sensatos, o subidores de ánimo. La cosa es que me convertí en la confidente, sicóloga, chacotera sentimental, o simplemente oídos, de varias personas, que en su momento confiaron en mí cosas a veces demasiado personales, que yo no quería saber, pero, ¿cómo le dices a alguien: “por favor no me cuentes más”? Una vez me hice la escandalizada por una confesión y me agarraron pal’ leseo. Fome.
El tema es que realmente no me gusta tanto saber cosas de personas que no considero mis amigos. En la pega anterior hice muchos amigos, pero curiosamente, no eran ellas las que más me contaban cosas. Es cierto que conversábamos bastante durante los almuerzos, pero llama mucho más la atención que alguien más lejano te cuente algo, que un amigo.
Ahora en mi nuevo trabajo espero no tener ese mismo problema, aunque ha ocurrido en menor escala. Quizás mi cara de buena gente me acompañará por siempre, pero siento que en algún momento tengo que ponerme firme, y sin ofender a nadie ni herir susceptibilidades, decir “¡Basta! No quiero escuchar más infidencias" todo por supuesto, dentro de los más altos estándares de educación y gentilidad. Osea, prácticamente imposible de hacer.
Creo que deberé ponerme un poco más seria, como dicen, "cara de pocos amigos" y no ser ultra buena gente. Quizás ahí espantaré a los infidentes arrolladores y tendré mis oídos descansados por más tiempo.