Son un clásico. Nadie que ha estado en la universidad puede decir que nunca tuvo una ventana gigante entre una clase y otra. A veces tenemos la suerte de que dure sólo unos cuantos minutos; pero cuando se extiende varias horas, entramos a preguntarnos ¿qué hacemos en todo este rato?
Es una lata cuando nuestros horarios no son precisamente un sinónimo de organización, y sólo significa clases aisladas unas de otras, con enormes bloques de tiempo libre, en los que tenemos que planear algo bueno para hacer, y así lograr que esas tediosas horas pasen rápido.
Los que viven cerca de la U, tienen la suerte de poder irse a sus casas si así lo quieren: a almorzar o dormir un ratito, ver tele o estar en el pc pasando el rato. Pero a los que vivimos lejos no nos queda otra que aguantarnos el sueño o el aburrimiento, ojalá en algún lugar calentito para no morir de frío, sobre todo en estos días de otoño-invierno.
Cuando tengo ventanas gigantes en la U, suelo juntarme con amigos a almorzar en algún patio de comida o algo por el estilo, y quedarme todo el rato ahí, copuchando hasta por los codos, hasta que llega el momento de volver a clases. Sólo así se me pasa rápido el tiempo.
También hay veces en que aprovecho esas horas para repasar materia si es que después tengo una prueba y no alcancé a estudiar lo suficiente el día anterior. Entonces, me encierro pernamente en la biblioteca, y leo hasta que corresponda irme a la hora de la verdad.
Hay otros que optan por irse a tomar a un pub. Los que estudian en República son los más afortunados si éste es el panorama que prefieren, ya que, como todos sabemos, este barrio es una jungla de antros para emborracharse. Personalmente nunca iría a tomar en una ventana: 1) porque sé que con alcohol en mi cuerpo no volvería jamás a clases, 2) porque si volviera, no quisiera pasar la vergüenza de entrar a la sala pasada a cerveza.
Y tú, ¿qué haces cuando las ventanas en la U duran dos horas o más?