Desde que entré a la Universidad que he sentido que el Centro de Alumnos de las instituciones privadas no vale absolutamente nada. La única función efectiva que tienen estas organizaciones es la de organizar paseos y carretes, lo que es una total banalidad y para nada el objetivo por el cual estas agrupaciones de jóvenes comenzaron a realizarse.
Los centros de alumnos son, esencialmente, un ejercicio fundamental de lo que es vivir en un país democrático. Es el primer acercamiento serio de los jóvenes con el poder, y con la posibilidad de decidir en forma conjunta qué hacer frente a una situación determinada o problemática que los aqueje.
Es cierto que se tratan temas menores, tales como: paseos de fin de año, carretes universitarios y otras situaciones que fomentan la diversión dentro de la casa de estudio, sin embargo, también es la instancia que poseen los jóvenes para discutir asuntos serios y tratar de hallar soluciones a problemáticas que afectan a la gran mayoría.
Mirándolo de una perspectiva política, los centros de alumnos vendrían a ser algo así como la oposición del gobierno. En este sentido, son las federeaciones de estudiantes las encergadas de fiscalizar los procedimientos de la universidad, identificar los abusos, y hacerlos públicos para que no se sigan pasando a llevar los intereses y derechos de los alumnos.
Es posible darse cuenta que tanto en colegios municipales como universidades estatales, estas federaciones si poseen un buen actuar. Los jóvenes saben organizarse y hacerse escuchar por el resto de la ciudadanía. No podemos olvidar la conmoción nacional que provocó la Revolución Pinguina, logrando, incluso, que se modificará una ley. Esta situación, sin centros de alumnos unidos y bien organizados, jamás podría haberse llevado a cabo.
En cuanto a situaciones internas, los centros de alumnos de universidades estatales también logran cumplir con sus objetivos. Si de injusticias o irregularidades precenciadas por los alumnos se trata, los jóvenes se organizan y lo hacen saber, intentando llegar a algún acuerdo con las autoridades.
Sin embargo, muchas de las universidades privadas no permiten a sus alumnos organizarse, incluso en los contratos de matriculas, existen puntos en los que se les obliga a los estudiantes a no promover centros de alumnos o federaciones que puedan atentar contra la integridad e imagen de la institución.
De esta forma, asuntos como el alza del arancel estudiantil, acreditación de las carreras, situación económica de los jóvenes o cualquier tipo de irregularidad presenciada por ellos mismos dentro de la institución, debe ser callada y aceptada, sin ningún espacio para un diálogo capaz de resguardar los derechos de los alumnos.
Debemos tener claro que somos nosotros, los universitarios, quienes sacarán adelante al país en un futuro muy cercano y, callando nuestras inquietudes o siendo pasados a llevar por el más fuerte, jamás lograremos organizar y hacer funcionar Chile de la mejor y más óptima manera, vías al desarrollo.