Cuando uno entra a la universidad, la parada que siempre se tiene es la de "nunca en la vida me voy a echar un ramo para poder terminar luego esta carrera", pero la verdad es que a la hora de los quiubo, las cosas son muy distintas a lo que uno esperó.
En casi todas las universidades, el mínimo de ramos son 5 o 6 por semestre. En un comienzo puede sonar poco, pero el exceso de pruebas y trabajos, junto con el escaso tiempo que tenemos para dedicarnos a tantos deberes al mismo tiempo, hace que muchas veces no logremos el ritmo que se requiere.
Junto con lo anterior, nos vamos dando cuenta de que no son pocos los compañeros de cursos mayores que están con nosotros en la misma clase y, conversando con ellos, nos cuentan lo difícil que es el ramo, entre otras cosas.
Hay ramos o profes que tienen fama de ser "imposibles", y ahí es cuando muchas veces caemos. Y viene lo que nunca quisimos: tener que repetirnos el plato por culpa de nuestra falta de organización, o simplemente porque el profe nos rajo, como lo ha hecho antes con tantos otros alumnos.
Lo más terrible de echarse ramos es tener que empezar desde cero y ver lo mismo que durante un semestre entero ya vimos. Además, nos separamos de nuestros amigos, y estamos solos en un curso donde los grupos ya están formados, y a uno no le queda otra que colarse en el grupo que tenga menos integrantes. Una lata.
También está todo el rollo de tener más ramos de los que corresponden. He conocido compañeros que incluso llegan a tener 10 ramos al mismo tiempo, pero eso sí que es sólo fruto de la irresponsabilidad, de faltar por las puras o de no entregar los trabajos a tiempo.
Pero los ramos anuales sí que son un drama, porque son los que te atrasan de verdad, y te suman un año más de escolaridad, que obviamente nuestros viejos por nada del mundo quieren pagar. Si tienes beca o algo así es mil veces peor, porquees muy probable que la pierdas, lo que tampoco es una gracia muy grande que digamos.
En fin, puede que echarse ramos no sea algo del otro mundo, siempre y cuando no nos excedamos farreándonos la carrera completa. El secreto está en organizarse de la mejor manera posible, y pedirle todos los datos necesarios a los de años más avanzados: qué profe es mejor para cada ramo, cómo son las pruebas, etc. Sólo así podremos salir a tiempo de la universidad, con el orgullo de decir que no nos atrasamos ni un sólo año.